Volviendo a Diarios 2016

Sevilla, 5 de febrero 2023

Sueños con simbolismo asociado a la casa. La puerta exterior, de entrada al jardín no es un verja, ni una puerta metálica, sino transparente, de cristal. Hay mucha gente entrando y saliendo como si nadie tuviese el control del cierre. Es permeable para todo aquel que quiera entrar o salir. Parece que la parcela está ocupada de portugueses por el modo de hablar. El ambiente semeja al de una fiesta tranquila, donde los ocupantes caminan y se sientan bajo los árboles. Llevo una moto y me empeño en asegurarla con candado y cadena a un olivo. Mientras, acude a mí un amigo musulmán con una especie de tetera ambulante con una goma libadora que me ofrece para chupar —en este caso—zumo (podría ser uva). Tomo algún sorbo , pero ese amigo no me inspira confianza, su ofrecimiento más bien parece una trampa. Prosigo el paseo preocupado y aparece mi anterior perro, ofrecido recientemente en la vida real a un hombre jubilado, por lo demás un excelente cuidador. Me sorprende volver a ver al perro otra vez en la parcela. Podría ser que el cuidador hubiera decidido devolverlo. Más que un nuevo inconveniente ahora me parece un simple mal menor. Al igual que la puerta, el frontal principal del muro es transparente. Y un lateral, que en la vida real está salvaguardado por una inmensa buganvilla, lo encuentro completamente pelado y al descubierto. Sin duda, la sensación de filtración, de invasión y falta de intimidad es mayúscula.

Al despertar, como la vigilia se anuda y despereza con destreza con el mundo de los sueños, acude después de muchos días el petirrojo a beber agua y a traerme buenas noticias. Los anudamientos prosiguen: anoche olvidé abiertos los aspersores de agua. Mi pérdida deviene en ganancia para los pájaros. También descansa el mirlo sobre las ramas nudosas de la higuera.

Amor y desamor, ambos, se asocian a desnudez y, con suerte, a pudor.

Un comentario sobre “Volviendo a Diarios 2016

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  1. Las imágenes del final del relato son bellísimas y vivificantes. Un petirrojo y un mirlo aportan sakina a las turbulencias oníricas. Pero me pregunto, haciendo mío el sueño, por qué desconfío de mi amigo y por qué mi casa se encuentra allanada por tanta gente entrando y saliendo cuando lo que más anhelo es el retiro en la privacidad más íntima de mi hogar.
    Mi agradecimiento por llevarnos siempre a vivir experiencias tan gratificantes como desazonadoras, en cualquier caso, con capacidad para conmover el alma acomodaticia.

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