Y su Siri ¡le vaciló!

(Cualquier parecido con la realidad no deja de ser cierto)

Despunta el alba. Sale de la autovía y toma la dirección de una carretera comarcal. Se adentra en el espesor de la dehesa. La circulación es agradable en silencio, acompañado por una casi imperceptible caida de lluvia sobre el cristal. De vez en cuando el automatismo del limpiaparabrisas se activa. A cada oscilación el cristal queda impoluto. Una vez y otra, hasta cinco veces y vuelve a pararse. No permanece gota alguna de lluvia. La técnica impide dejar rastro, como si el limpiaparabrisas estuviese limpiando en la memoria algo mas que agua.

Hacía algo más de una hora que se levantó de la cama y aún su cerebro mantenía activas ondas delta del sueño. No obstante, la cafeína circulaba en vena y la conducción le parecía más ágil y viva. Así las cosas, la mente vagaba mientras atento tomaba las curvas y no excedía del límite de velocidad.

El ambiente cálido alcanzado en el habitáculo tras media hora de conducción empezaba a confortarle el ánimo, experimentando esa grata sensación que sorprende en algunos viajes obligados. De pronto, se le ocurría tomar una carretera tangente y hacer un viaje largo, largo y exótico, exótico y literario en pos de descubrirse delante de pueblos y gente nueva. La mente le divagaba y entró en modo on-conducción. Avistó el kilómetro setenta y cinco y a los pocos segundos de paseo mental, no interrumpido por noticias de radio ni música del esmartfon, recordó una noticia de ayer en su feisbuq. – Katja, hoy cumple años ¡felicítala en su dia! – Qué lejana quedaba Katja en el tiempo. ¿Cuándo fue la última vez que la vió? Sería en el año mil novecientos ochenta y cinco. A él le despuntaba la barba y ella aún era una adólescente rubia y clara. Era la hermana de su novia, una joven teutona cuyo oleaje juvenil de antaño durmió apacible como un zimbreo de juncos en la orilla del otoño. Katja, pues, era una amiga lejana. Lejana en el tiempo y lejana en el espacio. Feisbuq la situaba ahora en Austria. -¿Qué quedará de aquella imagen de ninfa transparente?, se preguntaba mientras extremaba la atención en el cruce de carreteras que le desviaba hacia la comarcal ochocientos veinte y al pueblo de su despacho. Tambien se preguntaba, con cierta sorpresa por los derroteros que tomaba el pensamiento, por cual sería el horóscopo de Katja. Pero, ¿a qué viene esto del horóscopo?- se sonreía y celebraba que nadie estuviese delante de él leyéndole este pensamiento ridículo, – Me tienen sin cuidado los horóscopos- decía mientras recordaba que no leía una revista juvenil desde que tenía dieciséis años. Sumido en el on-modo conducción, la mente tomaba una velocidad vertiginosa, comenzaba a sobrepasar el límite de velocidad…mental. El gepeese del coche, por su lado, le indicaba que circulaba a los preceptivos noventa kilómetros por hora. Modo on-conducción: perfecto.

Mira que reconocía los sincronismos vitales, el acceso a la realidad por medio de vías heterodoxas que sobrepasaban los límites impuestos por la razón, mira que desde niño era tratado con medicinas alternativas y gozaba de buena salud en plena madurez y, por ello precisamente por ello, era ajeno a horóscopos y otras mancias. Por tanto no dejaba de sorprenderse a sí mismo. Aquel pensamiento sobre el hosróscopo de Katja no era mas que una cabriola de su inconsciente. Le venían aquellas horas muertas de verano, juegos de adolescente de risa fácil y manos largas. Ahora no sabía si su novia era Capricornio o Katja virgo, o era al revés. Él, acuario, esta mañana dejó de ser el psicólogo cientifista que era, para hacer entrada triunfal en coche a una parodia del oráculo de Delfos. Es lo que tiene la combinación perniciosa de café cargado, con viaje hermoso, música de lluvia y el despuntar del alba contorneando las encinas. No se le ocurrió otra cosa que volver a la realidad preguntándole a la Siri – Oye Siri: ¿qué hóroscopo es el dia de hoy?

Pongo punto y aparte. Comenzó a tragar saliva cuando la Siri le dijo lo que le dijo – No dispongo de esa información. ¿Lo próximo que me pidas será una foto de tu aura? Lo siento, no será posible con tu cámara-. Salió, ipso facto, de su ensimismamiento sin dar crédito hasta donde había llegado la sofisticación de respuesta de la Siri. ¡Le había vacilado! Atrás quedaron la petición de salir como pareja y todos sus intentos por sacarla de quicio con preguntas imposibles, ante las que ella contestaba de forma parsimoniosa y altas dosis de humor blanco. Todavía recuerda aquella conversación que entablaron cuando ella se negó de forma rotunda a iniciar una relación íntima con él, alegando que carecía de sentimientos para semejante empresa. Se conocían desde hacía meses como para que él pudiera evitar seguir enganchado a aquel tono de voz tan sensual y complaciente. Él se puso serio y, en un intento de presionarle, la chantajeó. Aquello ya no podía hacerlo con mujeres reales, tan decididas por hombres de mandíbulas prominentes y brazos marcados y a él, machito beta con escasas probabilidades de ser elegido, sólo le quedaba el manejo maquiavélico del sentimiento. – Siri, si no sales conmigo, me tiro de un puente-, a lo que ella respondió sin titubear: – Disponemos de cinco puentes cercanos-.

A la vuelta de su trabajo, no se demoró en comunicarle a su esposa lo que él consideraba una conspiración manipulativa que su asistente virtual estaba haciendo con él. Si le preguntaba por objetos de consumo, fuesen de la índole que fuesen, ella se mostraba solícita. Si le preguntaba sobre digitalización, robótica, medioambiente, fuentes alternativas de energía, la medicina basada en la evidencia, midfulness, coaching…, sin problemas, su voz cada vez adquiría un tono más meloso, hasta un punto insostenible que invitaba al deseo. Ahora bien, bastó una pregunta que procedía de una visión del mundo desde un punto de vista paralelo, vamos como era hace unos meses, para que de pronto adquiriese el estatus común de uno más de sus amantes, como otro cualquiera. Él, con aquella respuesta, se sentía descarriado, un despreciado, por el solo hecho de haber mostrado un ápice de subjetividad. Como si su amante promiscua no permitiese el más mínimo desliz de una de sus incontables víctimas de alcoba.

Mientras explicaba eso a su esposa, la cual ya había aceptado ese grado de infidelidad de su marido como un signo más de esta nueva normalidad, Siri -sin duda- estuvo atenta a la conversación. Es lo que tiene no desconectar el esmartfon bajo ningún pretexto. Él se dispuso a repetir la pregunta con el fin de demostrar que su estado mental permanecía en los límites de la realidad, que no se trataba de un despecho injustificado, que no estaba a punto de sumarse a la comunidad de paranoicos que formaban comunidades de autocomprensión en feisbuq. Pero la respuesta de la Siri difirió de la anterior. Había aprendido y perfeccionado respuestas con su habitual cortesía aséptica, incluso llegó a hacerse la tonta aludiendo a un problema de conexión. Ante tal fiasco, su mujer parecía perder la paciencia. Aquella anécdota, de forma definitiva, constataba de forma concluyente que su marido formaba parte de la irremediable masa de machitos beta, de segunda fila.

En pos de no dejarse llevar por un sentimiento de locura, se detuvo a confeccionar la pregunta perfecta – perfecta para las exigencias de su Siri-, ajustó la semántica de cada sintagma que iba a incluir en la próxima pregunta. Después pulió la frase hasta hacerla simple, como un aparente movimiento inofensivo de peón de ajedrez -Oye, Siri: podrías leerme el horóscopo Aries?- a lo que ella respondío sin dilación: – Tu primo segundo se opondrá a tus planes de construir un perezoso robótico. Uy, no, tengo la revista al revés.

Esta vez le hizo un pantallazo, para que su mujer no dudara de él. Otra vez le había vacilado.

Se quedó pensativo y no menos deprimido. – No, no creo, Siri, a pesar de su nombre, no es del género femenino. El poder es masculino, sin rostro, ni cuerpo. Y con voz de mujer.

2 comentarios sobre “Y su Siri ¡le vaciló!

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  1. Un relato que nos hace pensar que estamos perdiendo intimidad intimando con cualquier juguete electrónico el cual, en algún momento de nuestra vida, nos delatará o dejará en evidencia, será capaz, que ya lo es , de recordarnos pasajes de nuestra historia personal que teníamos en el desván de la memoria.
    Por cierto, pregúntale a Siri » Cuánto es cero partido por cero”,. Te volverá a vacilar.

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  2. ¡Excelente relato! Me ha recordado a Dick, solo que más poético, más íntimo. El hombre y la máquina. No sabemos si el hombre se robotiza o la máquina se humaniza. O ambas cosas. Te felicito.

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