De adolescente, recuerdo estudiar la asignatura de Lengua y Literatura en el instituto. Me llamó la atención el género epistolar, por aquello de poder conformar y editar un libro, tan sólo ¡escribiendo cartas! Décadas después, sentado como estoy, creándome un método para edificar éste blog, rememoro aquellos años de niñas caneladas, amores imposibles y el descubrimiento de nuevos mundos por medio de la palabra. Se me antoja cercano a la epístola, ésto de escribir en un blog. Al fin y al cabo, escribo muy personalmente a quien me honre con su lectura y lo hago por entregas, como antaño caminaba hasta la oficina de correos y empujaba el sobre muy muy dentro del buzón. Aquel acto era el irrevocable enter de hoy. Entonces ya no había vuelta atrás en esa declaración de amor epistolar.
Así os entrego historias. Entregas que se van novelando desde la perspectiva del ser humano con el Eros aún incólume y ligado a pulsiones vivas y rítmicas, desatento de las modas. Renuente a ser enchufado a la respiración artificial del hombre moderno.
Así pues, va a vuestra salud.
“Cualquier ficción superará en veracidad
al escuálido pensamiento que genere la realidad digital”
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